sábado, 7 de abril de 2012

Entrevista apócrifa con el penitente del futuro


Nacer en un mundo como el tomasino, de alguna manera lo afecta a uno. Para bien o para mal, lo que quiere decir, que no somos neutrales, porque al final de la partida terminamos avergonzados, adaptados o aceptando el fenómeno. O como me dijo un amigo: Al final terminamos jodidos. Nos guste o no, somos flagelantes de este mundo extraño, pero normal.
-PC: ¿Quién eres?
-F: Soy el primer flagelante, el que se martirizó desde los primeros tiempos, incluso, antes que Cristo fuera torturado. Quizá soy egipcio, griego, Romano o español.
-PC: Desde siempre hubo sangre, cuerpos torturados, martirizados…
F: Y también cortes de franela, cuerpos descuartizados por moto-sierras…
-PC: El hombre siempre ha sido así, un salvaje.
-F: Tienes razón, siempre ha estado obsesionado con la sangre. Borges, decía que el hombre es un solo hombre, y siempre ha vivido bajo la ruindad de la tiranía, la violencia…
-PC: Le ha gustado enmascarar sus motivos…
-F: Por política, por economía, por religión, por odio, por venganza, incluso, por amor.
-PC: ¿Por qué te flagelas?
-F: Por algo tan viejo como el odio. Por amor.
-PC: ¿Por amor?
-F: Sí, por amor, el hilo más frágil que me une a mis hijos, a mí familia; aquel hilo que sólo es tangible en el sacrificio por el otro.
-PC: ¿Por el otro?
-F: Sí, el otro, sin el que es difícil seguir existiendo. En el mundo actual, y en los anteriores, el otro no es un comodín, es una necesidad que trasciende la pobre individualidad.
-PC: Bueno, la penitencia es muy vieja.
-F: Tan vieja como el cuerpo y el alma, o como el soplo espiritual que le permite al hombre y a los animales movilizarse. El alma, es otra cosa, es la conciencia humana.
-PC: ¿La penitencia no es acaso una costumbre?
-F: El cuerpo también se acostumbra y aprende de la tradición.
-PC: A ver, explica esto último…
-F: El cuerpo no sólo es una entidad espiritual, es también un ser de costumbre. Es un animal que se adapta a todas las circunstancias terrestres.
-PC: ¿No es una excusa?
-F: Es una explicación, porque las excusas no viven en el mundo de las creencias religiosas, en la fe de los implicados.

-PC: ¿Seguro, que no estás filosofando?
-F: ¿Y desde cuándo el hombre ha dejado de cuestionarse y hacerse preguntas sobre él mismo? El interrogante: ¿Quién es? es tan ardoroso que la mayoría de las veces duele. Como dijo alguna vez, Gabriel García Márquez: “Mi oficio verdadero es ser yo. Eso es muy jodido. No se imagina lo que es cargar con eso…” Esa búsqueda ardorosa lo pervierte o santifica a uno.  Y lo más increíble, después de todo, es que esa búsqueda no es de una sola vía.
-PC: ¡Ah! Pero aquí logras separarte de la prisión de tu cuerpo…
-F: Sí, alejarse de la propia experiencia personal, le permite a uno reírse de sí mismo. Es importante tomar distancia del dolor y los sacrificios para ubicarse mejor en el mundo. Para poder adaptarse mejor a sus ricas o pobres circunstancias.
-PC: Algunos nos tratan de barbaros…
-F: Ese es un simple adjetivo, pero también forma parte del espectáculo, porque corre, toma fotografías y se flagela. Es otro mandante más. Y sin embargo, califica, enjuicia, pero no ayuda a comprender, ni a comprendernos, a tolerar… Adiós, me llegó el turno…
-PC: Espera. ¿Por qué crees que la iglesia oficial le hace tanto reproche a la manda?
-F: Bueno, a la iglesia no le duele “tanto” nuestro martirio; le duele más la disidencia, la herejía, la desobediencia.
-PC: ¿Qué opinas de la vergüenza de ciertos tomasinos frente a la manda flagelante?
-F: Creo que uno no puede explicar lo que no entiende y en este sentido, la vergüenza tiene origen más en la ignorancia que en otra cosa. Culturalmente uno puede estar en desacuerdo con el flagelante, pero uno no puede permitirle a los prejuicios y al desprecio la asunción de esa clase de sentimientos. Un flagelante no es una especie de discapacitado, al que ocultamos para evitar la tara familiar. Es un fenómeno que nos ha trascendido en el tiempo y en la vida espiritual colectiva.
-PC: ¿Por qué te crees el flagelante del futuro?
-F: Dios ha sido incapaz de llenar el vacío del alma del hombre contemporáneo y éste tiene que recurrir, como en el cristianismo primitivo, al dolor y al martirio para poder embrutecerse y olvidarse por unos instantes de sí mismo. La flagelación es un acto de inspiración mística que ocupa la mente del hombre, de tal manera, que por vez primera, en un año, se olvida de sus problemas. Creo que por eso la manda se multiplica en el tiempo de práctica. Por eso, mientras persista el vacío las penitencias y los flagelantes, serán el pan de cada día en el país.
-PC: ¿Qué otra cosa quieres agregar?
-F: La flagelación es el acto mayor del libre albedrio en Santo Tomás. En la concepción y práctica de la libertad humana intervienen la autonomía, la independencia y la responsabilidad del creyente, y por supuesto, su voluntad de dejar de ser un católico ortodoxo. Esta lucha no es nueva y es tan vieja como el mismo hombre y el milenarismo. Bueno, ahora sí llegó mi hora, adiós...

domingo, 1 de abril de 2012

Somos más que flagelación

Los escritores Ramón Molinares, Tito Mejía S y Pedro Conrado Cúdriz

Un día ordinario en la vida de Santo Tomás


La flagelación es un solo día y en viernes santos, el viejo paréntesis de los días cristianos, un día alejado de la cruda cotidianidad nuestra; es una de aquellas gestualidades extrañas y extraordinarias de la que nos vemos abocados cada cierto tiempo y que de alguna manera registran lo que somos: la ilusión de una disciplina, la máscara folclórica de un día de fiesta, la multitud de un libro o el onomástico eterno del santo patrono. Quizá el sujeto flagelante tiene su actuación doméstica como la tiene cualquier hombre del entorno, lo que ocurre es que él ha escapado aparatosamente de la maraña de obstáculos que le impone diariamente el vivir para ser un poco feliz. Sin embargo, este penitente nuestro tiene algo de nosotros, quizá sea un pedazo de Dios o un código del ritual religioso de todos los días, la coma de un día de fiesta, el amor por un hijo o la magia de una mano diestra que construye sueños para leerlos todos los días, o el verde ecuménico de la tierra. Esto tal vez signifique que culturalmente somos más que flagelación, el bello y doloroso ritual extraído de la edad media y del que sabemos muy poco. Somos un poco la partícula visible del mango, el código de un libro, el baile de una niña que ha danzado toda la vida por todos nosotros, la dureza de una calle que anhela el amor de la tierra blanca de los abuelos, la huella literaria de Antonio Aruhanca o la poesía erótica de Tito Mejía, vertida en el sueño de un libro. Así de claro es el tamaño de nuestro ser y así de increíble es el susto del auto-descubrimiento, un espejo dulcificado por la costumbre de ser…