domingo, 1 de abril de 2012

Somos más que flagelación

Los escritores Ramón Molinares, Tito Mejía S y Pedro Conrado Cúdriz

Un día ordinario en la vida de Santo Tomás


La flagelación es un solo día y en viernes santos, el viejo paréntesis de los días cristianos, un día alejado de la cruda cotidianidad nuestra; es una de aquellas gestualidades extrañas y extraordinarias de la que nos vemos abocados cada cierto tiempo y que de alguna manera registran lo que somos: la ilusión de una disciplina, la máscara folclórica de un día de fiesta, la multitud de un libro o el onomástico eterno del santo patrono. Quizá el sujeto flagelante tiene su actuación doméstica como la tiene cualquier hombre del entorno, lo que ocurre es que él ha escapado aparatosamente de la maraña de obstáculos que le impone diariamente el vivir para ser un poco feliz. Sin embargo, este penitente nuestro tiene algo de nosotros, quizá sea un pedazo de Dios o un código del ritual religioso de todos los días, la coma de un día de fiesta, el amor por un hijo o la magia de una mano diestra que construye sueños para leerlos todos los días, o el verde ecuménico de la tierra. Esto tal vez signifique que culturalmente somos más que flagelación, el bello y doloroso ritual extraído de la edad media y del que sabemos muy poco. Somos un poco la partícula visible del mango, el código de un libro, el baile de una niña que ha danzado toda la vida por todos nosotros, la dureza de una calle que anhela el amor de la tierra blanca de los abuelos, la huella literaria de Antonio Aruhanca o la poesía erótica de Tito Mejía, vertida en el sueño de un libro. Así de claro es el tamaño de nuestro ser y así de increíble es el susto del auto-descubrimiento, un espejo dulcificado por la costumbre de ser…

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