El árbol
El árbol, tan viejo como la tierra
y el agua, nació para aliviarles la carga a los dioses y para proteger con su
sombra de todos los días los pasos del hombre. No está ahí para lucir la sombra
ni su coposidad transparente y tranquila, está donde está porque es generoso y
necesita de la compañía de alguien que lo aprecie y lo cuide del asesino tiempo. No es fácil convivir con un mundo que
lo desprecia y lo usa para el despliegue de la sombra, o para mitigar las
garras del clima. No es fácil convivir así aislado del arte y la locura del hombre. Ser árbol es una
fiesta de la naturaleza del barrio; una combinación de frescos que desembocan
en asombro y admiración viviente, una conversión de alma arboral para
transformar el día en tarde. Toda sombra desplegada, es entonces un pequeño
paraíso, un sueño del que es imposible el olvido, porque las evocaciones
provienen de esa zona calidad, fresca, que nos salvó un cierto día de los
cuchillos del sol… El árbol, es un viejo amigo, la salvación en un aguacero de
insolaciones permanentes… (El diccionario del ocio)
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