domingo, 7 de abril de 2013

La botella de agua




La botella de agua

La botella es una alegoría del viejo secreto marino, aquel que viaja mar adentro para alcanzar una estrella. Su carga cristalina, es la suma del agua, el secreto de la tierra, el profundo dolor del tiempo y la montaña, y la avidez de una boca. Dimensionada físicamente, este liquido ocupa un espacio submarino en la memoria humana. Está ahí, en aparente soledad para calmar la sed de un vampiro sediento. Su inmovilidad genera cierta tranquilidad en el observador, quien muerto de fe, asegura su confianza en la ilusión de la quietud de una ola. El agua está prisionera de la música del silencio y la estrechez del universo. No sabe, o quizá lo sepa, de otros ríos o tal vez de la ficción de otros mares y en esta ignorancia, se pregunta por ciertos labios, los que siempre, o casi siempre, besan su boca. Mientras esto tiene ocurrencia en determinada manía del tiempo, la botella persiste en ser río. No adorna, porque no es un adorno; es un objeto o quizá una cosa, que proporciona placer, satisfacción, o el placer extraño del amor y la sed. La botella de agua, mejor el agua, viene de la bendita tierra, del camino trasandado de la naturaleza, del vacío y el vértigo de la montaña, y la botella, de la imaginación del hombre, del afán de la garganta por capturar el liquido de la vida, aquella sensación agradable de la boca y el cuerpo, de la tierra y el alma humana en comunión con las venas de la tierra… 

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