Quiero dejar
escrita esta propuesta de discusión para mis lectores. Mi hija Mely, como otros
lectores de mis libros y artículos de
prensa, me reclamó después de leer “Memoria diaria de un condenado,” el por qué
la asunción poética del tema de la muerte.
Sé que soy
incomprendido por los optimistas, pero la literatura y la poesía no son tan
hermosas como una puesta de sol. La muerte es otro tema más de la literatura
como la soledad, la esperanza, la vida, el vivir…
Sabato, en
“Diálogo” con Borges, le dijo a éste y a los lectores de este cerebral libro,
que un escritor no estaba obligado a crear personajes buenas personas. “Ni
Raskolnikov ni Julien Sorel, por citar algunos, pueden juzgarse como “buenas
personas”. Casi nadie en la gran literatura.”
No sé. La
confusión puede estar asociada al consumo incierto de la felicidad que nos
venden todos los días los acaparadores de ilusiones. Es más fácil soñar que
viajar por el territorio agreste de la realidad y la literatura.
¿Hay alguna forma
bella de decir tonterías? ¿Y por eso dejarán de ser tonterías?
Las tonterías no
tienen ni ocupan ningún lugar en el poema ni en la literatura. O uno escribe
sobre lo sustancial o no escribe. La vida está recargada de estas liviandades
para que un libro de poesía nos las esté recordando hoy. Este no es el sentido
de la literatura ni el de la poesía.
Cortázar en
Rayuela, para colocar un solo ejemplo, nos fotografió una esperanza
descorazonada. ¿Si no fuera así tendría sentido escribir una novela o un
poemario. ¿Por qué lo terrible – pregunto – no puede formar parte de la belleza
poética?
Nada más quería
decir estas cosas para no ahogarme en la sangre de la incomprensión literaria.
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